jueves, 1 de enero de 2015

El Imperio Romano Y Sus Pueblos Limitrofes - Millar Fergus



Quizá este sea un libro ya algo viejo. Publicado a finales de los años sesenta y traducido en 1973 ya cumplió sus buenos 50 años. A diferencia de los libros de creación, los libros académicos son más efímeros y quedan anticuados al paso rápido de los avances de las ciencias. Es un tópico decir en ciertos casos, que tal o cual tratado ha pasado a adquirir la categoría de clásico en su campo, por más que ahora ya se sepa mucho más de lo que podemos aprender leyéndolo. Yo podría recurrir a este cómodo lugar común para presentar este libro, si no fuera porque no sé lo suficiente de la historia romana como para saber si realmente se trata de una obra que tiene aún importancia o la tuvo al menos en su época. Lo leí porque me pareció interesante su tema, precisamente por mi ignorancia.

De Roma conocemos en general el esquema de su historia, desde las fuentes originales más o menos literarias, Tito Livio, Tácito, Suetonio, Salustio, César, hasta Gibbon, por supuesto. Pero todas estas obras no son historiografía científica y nuestro autor, en pleno siglo XX y bebiendo de las fuentes de la tradición académica que se inició en el XIX en Alemania y Francia, influida por Kant y más tarde por el positivismo, pretende contar las cosas como fueron realmente, objetivamente, como si esa perspectiva fuera algo accesible incluso para un contemporáneo, incluso para un contemporáneo que hubiera tenido acceso a todos los recursos que podemos consultar nosotros.

Lo que nos cuenta este libro es cuál fue la estructura y evolución organizativa que permitió a los romanos su expansión y consolidación, cómo esta potente máquina pudo afectar a las sociedades con las que tomó contacto y cómo al final -porque sí parece claro que fue el final de algo - en Occidente este armazón sociocultural no pudo aguantar el peso de los cambios demográficos, militares y políticos.

Tras recorrer los orígenes del estado romano y los inicios de su expansión bajo la República, el libro se centra en el desarrollo del régimen imperial y pasa a relatar, de zona en zona geográfica, los acontecimientos que marcaron su relación con Roma, su conquista o resistencia y los modos en que la incidencia del Imperio puede ser atestiguada.

Se basa esta obra en los autores de la época, testimonios cuidadosamente confrontados con los restos arqueológicos. En los casos, considerables, en que la investigación de su época no contaba con hallazgos pertinentes o en los que los propios autores clásicos no proporcionan datos aprovechables el autor lo hace notar. Nos hace así conscientes de los huecos de su relato.

La parte final, la dedica el autor a las zonas geográficas menos romanizadas, aquellas en que Roma encontró la semilla de su muerte. Después de repasar las glorias económicas y culturales del sur y el este norteafricano, del oriente medio y de Grecia, de las asimiladas Galias e Hispania, el autor nos lleva al norte y al noreste a las tierras que ahora habitan germanos y eslavos, donde hallamos un revoltijo de tribus en permanente refriega, que sin embargo podían ponerse de acuerdo para hacer frente a la máquina guerrera que había vencido imperios. Tras siglos de contención el movimiento pasó de escaramuza a invasión o migración y ahí es donde Roma dejó de ser lo que era.

No podemos terminar el libro sin la conciencia de que el autor no llega a explicar del todo el fin del Imperio Romano de Occidente, que por lo menos a mí me parece uno de los grandes enigmas de la Historia. No es una crítica porque el libro no pretende eso, sino simplemente la revelación de uno de mis motivos de interés en él. Puedo decir que me enseñó bastantes datos que desconocía, sobre algunas zonas más que sobre otras y que hallé su lectura amena. Contribuyó además a que siga interesada en la historia social y cultural de Roma y de los territorios romanizados y deseosa de leer más sobre el tema. En conclusión, creo que se trata de una obra que merece leerse.

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