Un escritor recibe una carta de una mujer que lleva toda su vida enamorada de él y que, en sus últimos momentos, quiere sincerarse y abrirle su corazón. Esa es la idea central.
Así de pronto el argumento me gustó, pero voy a ser franca. La novela fue publicada en 1922, cuando el autor ya tenía 41 años. ¿Me parece una novela de madurez? No. ¿Me parece una novela que merezca tiempo y dinero? Tampoco. He leído maravillas de este pequeño cuento, que tardas nada y menos en leerlo, pero quizás yo sea de ese escaso porcentaje de gente a la que no le ha gustado nada. Le he ido dando oportunidades a Stefan Zweig y a mí me sigue pareciendo un escritor sobrevalorado. No es un Proust, ni un Thomas Mann, ni un Dostoievski. Decir que Stefan Zweig es un genio de la literatura es excesivo y, sobre todo, falso.
Es difícil para un autor elegir a una protagonista del sexo contrario y que sus reflexiones, preocupaciones, o incluso su forma de expresarse, parezcan reales sin caer en clichés o estereotipos. Ahora se me viene a la cabeza Delibes, con su brillante análisis de Carmen Sotillo en "Cinco horas con Mario", que es una joya a todos los niveles o "La señorita Mackenzie" de Anthony Trollope. Pocos autores consiguen convertir a un protagonista del otro sexo en algo que el lector perciba como real. Para mí, Stefan Zweig no lo ha conseguido. Ha caído en estereotipos, en cursilerías, en repeticiones dramáticas para darle más tragedia al asunto. Ha hecho un texto poco creíble, con frases que es poco probable que nadie escribiera en una carta de este tipo. Se ha valido de una tragedia in crescendo para generar, supongo, sentimientos afines en el lector, pero a mí me ha llevado al punto contrario. Me ha parecido un cuento simplón, afectado, cursi - cursilísimo -, que pareciera escrito por un autor novel en lugar de por un autor ya con experiencia.
No, no lo recomendaría.
No hay comentarios:
Publicar un comentario